source : http://bulletinhispanique.revues.org
Jean-Marc Buiguès, « Los libros franceses en las librerías de La Habana en 1826 », Bulletin hispanique [En ligne], 113-1 | 2011, mis en ligne le 01 juin 2014, consulté le 02 août 2015.
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RÉSUMÉ
Cet article analyse les fonds des libraires de La Havane en 1826. Il offre une vision générale de ces fonds et se centre sur deux aspects : la censure gouvernementale et l’offre des livres français, plus particulièrement des livres de religion et des livres scientifiques.
Plan
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Resulta siempre difícil conocer de manera completa y pormenorizada la oferta de impresos de una ciudad del Antiguo Régimen en un momento determinado. Por lo general el investigador afortunado encuentra el inventario de alguna que otra librería pero muy pocas veces los de todas las librerías de la ciudad. Tiene que ocurrir algo excepcional para que se elaboren inventarios sistemáticos: es el caso muy conocido, por ejemplo, de la expulsión de los jesuitas en 1767. A raíz de la Real Orden, en todos los colegios de la Compañía se elaboran inventarios de bienes y en particular inventarios de sus libros. Bernabé Bartolomé Martínez estableció un listado de estos inventarios que hoy día todavía se conservan. Algo muy parecido pasó en La Habana en 1826 cuando el Capitán General de Cuba, Francisco Dionisio Vives, ordenó que cada librero estableciera un inventario de su librería. Sin duda, la orden se relacionaría con los intentos de rebelión, el ambiente independentista y los movimientos libertadores del continente americano o la penetración de las ideas francesas de la Revolución o incluso del Imperio. Quizás también más llanamente el control se hizo por motivos de censura moral y política como permite intuirlo una lista de obras censuradas que acompaña los inventarios conservados en el Archivo General de Indias. Este documento menciona diez librerías que podría ser el número total de las que existían en La Habana en aquellos años: la de «Dn Pascual Mendoza», la de la «Ymprenta de Gobierno y Capitanía General», la «Libreria de la Minerva», la de «Palmer e hijo», la de «Dn Ramon Martinez», la «Libreria de papel sellado», la «Libreria de Petit», la de la «Calle de mercaderes n° 8», la «Libreria de Cova» y la «Libreria de Ramos». Sin embargo, la red de difusión del impreso era más extensa con buhoneros, puestos de venta al aire libre, imprentas, porterías de conventos o incluso las casas de los propios autores.
Según el Censo de 1827, la población del municipio era de 94 023 vecinos de los cuales 46 621 eran blancos y 22 830 esclavos. En el casco antiguo, en el recinto intramuros, vivían 39 980 almas. Si calculamos la relación entre el número de librerías y el de habitantes, para el total de la población hay una librería por 9402 habitantes, si lo hacemos sobre la base de los blancos, una por 466, sobre la de población libre una por 711, y sobre la base de los habitantes intramuros el resultado es de una por 399 habitantes. Se pueden comparar estas medias con las que conocemos para París en 1821 donde según el estudio de Marie-Claire Boscq existían 435 librerías, o sea una librería por 1600 habitantes. Si la cifra de diez librerías podía en un primer momento parecer débil, al relacionarla con la población y al compararla con París, una de las capitales mejor provista en librerías, la situación de La Habana ya no parece tan deficiente. También parece idéntica la relación entre el número de habitantes y el número de librerías con la de otra gran capital americana, México que en 1824 con una población entre 150 000 y 160 000 habitantes contaba con una quincena de librerías. La relación en La Habana es de una librería por 9402 habitantes, en México de una por 10 000.
Poco sabemos de los libreros habaneros a principio del siglo XIX. Ambrosio Fornet en su magnífico estudio –El libro en Cuba– menciona a algunos de ellos por las relaciones que tuvieron con la edición cubana. El fundador de la librería Palmer e hijo fue Pedro Nolasco Palmer, «un ex sargento del ejército, incapacitado físicamente para realizar trabajos pesados», que instaló una imprenta en La Habana hacia 1791: Ambrosio Fornet lo considera como un «caso marginal» dentro del pequeño mundo de los impresores habaneros que por lo general solían gozar de una «posición desahogada». Sin embargo, parece que con el paso del tiempo, Palmer consiguió abrir una librería que en 1826 dirigía con su hijo y que figuraba entre las tres más importantes de La Habana, junto con las de Cova y de Ramos, dos libreros también evocados par Ambrosio Fornet. A Nicolás Ramos lo define como a un «sagaz librero» que encargó a la Imprenta del Gobierno la edición de El Conde de Alarcos de José Jacinto Milanés y a José Cova lo menciona por vender las dos ediciones de los poemas de José María Heredia publicadas en Nueva York en 1832 y en Toluca, México, en 1832.
Desafortunadamente, entre los documentos conservados faltan las listas de dos librerías: la de Dn Ramón Martínez y la del papel sellado lo que no impide que los inventarios permitan añadir algunos datos complementarios sobre el comercio habanero del libro. Cada lista viene firmada y fechada por el librero y dueño de la tienda –caso de José de la Cova, de Pascual Mendoza, de Nicolás Ramos, de Pedro Nolasco Palmer e Hijo, de Juan Bergeon (sita calle de Mercaderes) y de José Ramón Petit– o el encargado de la librería: Juan Manuel de Arazoza para la «Ymprenta de Gobierno» y Lorenzo Gaylan para la librería de Minerva. Notemos que dos de estos libreros –Bergeon y Petit– llevan apellidos de origen francés. Los libreros se apresuraron a cumplir la orden del 16 de abril: la más rápida fue la propia Ymprenta del Gobierno que entregó su lista el 18 de abril, la Librería de Petit lo hizo el 19, la de Ramos el 21, las de la Minerva y de Cova el 22 y la última fue la de Palmer e hijo el 24 del mismo mes.
Los datos que proporcionan los documentos permiten localizar las librerías con la excepción del «Almacen de Pascual Mendoza». En la plaza de armas y frente a la Capitanía General se ubicaba la librería de Minerva. La librería de Petit sita en la «accesoria de la casa n° 1 calle de lo Empedrado, frente a la pescadería» distaba una manzana de la Plaza de Armas. Tampoco quedaba muy lejos de la Plaza de Armas la librería del Papel sellado que estaba en un edificio que hacía esquina entre la calle de Mercaderes y la Plazuela de Santo Domingo. En cuanto a la librería de Ramos el documento indica que se ubicaba en «la Esquina del Boquete». Sin duda estaría en la plaza de la catedral que los moradores llamaban plaza de la ciénaga porque las aguas del primer acueducto que tuvo la ciudad, la «zanja real» desaguaba en un boquete abierto en un muro de la plaza, en el actual Callejón del Chorro.
El segundo grupo se situaba en un cuadrilátero cuyo centro era la Plaza Vieja y que configuraban las calles de la Muralla, de San Ignacio y de Mercaderes. La librería de Cova estaba en el n° 14 de la calle de la Muralla, la de Pedro Nolasco Palmer e Hijo en el n° 5 de la calle de San Ignacio y la de Juan Bergeon en la calle de Mercaderes n° 8. La «Ymprenta del Gobierno y Capitanía General» bien descrita por Villaverde en los años treinta como «una casa de zaguán, con dos ventanas de espejo», estaba frente a la Plaza Vieja después de los portales del Rosario.
La censura: libros prohibidos de «moral corrompidísima»
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