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Pascal Riviale, « Los franceses en el Perú en el siglo XIX: retrato de una emigración discreta », Bulletin de l’Institut français d’études andines [En línea], 36 (1) | 2007
RÉSUMÉ
Lorsque l’on considère les mouvements migratoires vers le Pérou au XIXe siècle, on a peine à imaginer que les Français y représentaient l’une des plus importantes communautés étrangères (la troisième colonie européenne après les Italiens et les Britanniques selon le recensement de 1876). Force est de constater qu’il s’est agi d’une immigration qui se faisait assez peu remarquer. Cet article se propose donc de dessiner dans ses grandes lignes le profil de cette communauté française du Pérou, ainsi que son évolution dans le temps. Sans grande surprise, on constate (comme pour les autres destinations latino-américaines) la prédominance marquée des immigrants originaires du Sud-Ouest de la France (principalement les Pyrénées Atlantiques et le Bordelais). En revanche, la forte proportion d’individus déclarant venir de la région parisienne laisse supposer qu’il pourrait s’agir en fait d’une provenance intermédiaire, constituant une étape depuis une région initiale indéterminée. Si les Français se sont beaucoup investis dans le commerce de détail et de luxe, ce sont néanmoins les petits artisans qui constituaient le secteur professionnel le plus représenté de cette communauté, qui commença à décroître progressivement après la Guerre du Pacifique.
Plan
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Si los vínculos entre Francia y el Perú son regularmente sugeridos a través de la evocación de alguna personalidad que ha marcado de manera particular la historia peruana (por ejemplo, Auguste Dreyfus, Edmond de Lesseps, Eugène Courret, Léonce Angrand, el almirante Du Petit Thouars, etc.), en cambio nunca se hace mención a la presencia francesa en tanto que movimiento migratorio. Mientras que varias obras ya han sido consagradas a las principales comunidades extranjeras que han contribuido en la constitución de la nación peruana en el siglo XIX, no existía hasta el momento ningún estudio de síntesis referente a la comunidad francesa. Este texto —preludio de un libro en preparación—, se propone presentar a grandes rasgos un cuadro de esta emigración francesa al Perú en el siglo XIX, mostrando algunas de sus características, tal como aparecen a la luz de los registros de inscripción y de estado civil del Consulado de Francia en Lima. Para este estudio, se han completado dichas fuentes con diversas otras (observaciones de viajeros, censos hechos por el gobierno peruano, periódicos, etc.). Para comenzar presentaremos un panorama de la evolución de esta comunidad a lo largo del siglo XIX, proponiendo algunos estimados numéricos tal como nos los entregan las fuentes disponibles; enseguida analizaremos las principales procedencias de origen de estos emigrantes. Por último evocaremos los principales sectores de actividad ocupados por estos últimos.
1. Panorama histórico de la presencia francesa: algunas cifras
Algunos testimonios confirman la presencia aislada de algunos franceses en el Perú en los primeros años del periodo colonial: Jean-Pierre Tardieu (1995) recoge así el caso de algunos franceses acusados de herejía en el siglo XVII. Pero esta presencia es residual en extremo. En cambio, en el transcurso de las primeras décadas del siglo XVIII las circunstancias políticas y económicas iban a ocasionar un aflujo particularmente notorio de navíos franceses durante el periodo del contrabando malouin (entre 1700 y 1725). Los negociantes franceses efectuaban ya desde tiempo atrás un comercio indirecto con las Américas, por intermedio de sus homólogos españoles (incluso de franceses que habían tomado la nacionalidad española) establecidos en Cádiz. Sin embargo, la emergencia de un nuevo contexto geopolítico y económico iba a orientar a los comerciantes franceses hacia nuevas prácticas comerciales. Tras la creación de la Compañía de las Indias Orientales por Colbert (ministro de finanzas de Luis XIV) en 1664, numerosos negociantes estaban al acecho de inversiones fructíferas en materia de comercio con países lejanos. Si la apertura del comercio con China en los últimos años del siglo XVII ofrecía perspectivas interesantes, los informes hechos por filibusteros respecto de la riqueza de algunos puertos sudamericanos hacían soñar aún más. Desde ese entonces comenzaron a circular proyectos de comercio, incluso de implantación de colonias francesas sobre las costas de Chile y del Perú. Así es como un negociante de Saint-Malo, Noël Danycan, se asoció con el comerciante parisino Jean Jourdan, para organizar una expedición marítima con destino a las costas americanas del Pacífico con el objetivo de comprobar el interés que habría en explotar estos nuevos mercados comerciales. Para este efecto se fundó una «Compañía del Mar del Sur» en el verano de 1698. Una primera expedición, efectuada entre 1699 y 1701, dejó entrever las posibilidades comerciales de estas colonias españolas en la búsqueda de nuevos productos manufacturados. Después de algunas dudas y de nuevas exploraciones comerciales hacia los mares del sur, a partir de 1703 los negociantes malouins quedaron convencidos del potencial financiero de estas operaciones. Desde entonces un número creciente de navíos iba a ser armado para dirigirse al Pacífico tomando una nueva ruta transoceánica pasando por el Cabo de Hornos, aprovechando en primer lugar de los disturbios y de la incertidumbre jurídica ocasionados por la Guerra de Sucesión de España para desarrollar un comercio intérlope con las colonias de la costa del Pacífico de América del Sur.
En el espacio de unos cuantos años los intercambios comerciales fueron tan intensos en esta zona que los negociantes franceses llegaron incluso a hacer construir almacenes en los puertos más ventajosos para su tráfico con el fin de almacenar sus mercaderías, pero también casas para alojar a sus tripulantes que venían a enfrentarse con los rudos elementos del hemisferio sur. En su estudio relativo a los negociantes malouins André Lespagnol describe la situación particularmente esclarecedora de este informe de Concepción hacia 1700:
«Con el tiempo, la multiplicación del paso de navíos franceses, el alargamiento de la duración de las escalas, puesto que muchos navíos efectuaban allí una verdadera invernada durante varios meses, multiplicándose también las deserciones —que un capitán evaluaba en cerca de 2 000 desde 1708— se desarrolló en esta zona un verdadero proceso de semi-sedentarización». (Lespagnol, 1997, II: 602)0
Por cierto, Concepción ocupaba una posición de excepcional envergadura en la estrategia comercial de los negociantes franceses pero estos últimos habían transpuesto en menor medida un modelo similar en algunos puertos intermedios peruanos tales como Arica, Ilo o Pisco. En espera de la llegada de los comerciantes de Lima o bien del Alto Perú, los franceses habían construido tiendas y viviendas precarias. André Lespagnol observa además que un número importante de súbditos franceses que habían decidido establecerse allí sirvieron de intermediarios entre negociantes franceses y peruanos. Si es difícil cifrar en forma precisa el número de franceses que abordaron las costas del Perú, podemos citar, para dar una idea de la importancia del tráfico intérlope, la evaluación hecha por André Lespagnol: este autor ha registrado un mínimo de 137 navíos franceses armados con destino a los mares del sur entre 1698 y 1724. Empero, este flujo marítimo iba a tender a reducirse considerablemente a partir de 1715 por el hecho de la presencia excesiva de navíos franceses y como consecuencia de una saturación de los mercados locales. Además, una política más represiva del Virrey terminó convenciendo a los inversores de la inutilidad de continuar en estas empresas de contrabando. Aunque las autoridades coloniales ordenaron enseguida la expulsión de los comerciantes franceses aún instalados en el Perú, parecería sin embargo que un número considerable de marinos y de artesanos franceses obtuvo la autorización de permanecer en él seguramente porque sus capacidades profesionales y sus conocimientos debieron ser juzgados útiles para la actividad económica local. Después, en el transcurso del siglo XVIII, otras llegadas más puntuales mantuvieron esta presencia francesa —que volvió a ser muy marginal—. Una serie de investigaciones efectuadas durante el año 1776 culminó con la identificación de 163 extranjeros. Si bien se contaba entre ellos a una mayoría de portugueses y de italianos, había no menos de 31 franceses. Un observador informaba que en Lima los restaurantes y expendios de bebidas estaban en ese entonces exclusivamente en manos de italianos y de franceses. Los otros súbditos franceses eran artesanos y comerciantes. Por último, es interesante que otras fuentes hayan notado la presencia de franceses involucrados en actividades mineras en Huancavelica así como la de tres médicos ejerciendo en diferentes puntos de la provincia.
Tras la abdicación de Napoleón I y con la restauración de la monarquía un gran número de oficiales del antiguo Ejército Imperial fueron separados de las filas del ejército y puestos a media paga. Muchos de ellos prefirieron intentar una nueva vida en otro sitio en vez de vegetar esperando una hipotética reintegración. Es así como algunos llegaron a América del Sur y formaron parte de diferentes ejércitos libertadores opuestos a los españoles, en La Plata, en Colombia, en Chile, Perú, etc. Actor de la Independencia, el capitán Gabriel Lafond de Lurcy mencionaba a algunas de estas personalidades que tuvo ocasión de conocer durante sus estadías en el Perú: entre ellos citemos al general de brigada Frédéric de Brandzen, al general de brigada Eugène Giroust, a los coroneles Pierre Raulet, Alex Bruix, Albert d’Albes, a los mayores Jacques Mollet y Louis Soulanges, Sauveur Soyez, comisario de marina, a los capitanes de navío Guillaume Prunier e Hippolite Bouchard (oficiales del Estado Mayor de la primera flota del Perú independiente). Estos oficiales, convertidos en notables, iban a conformar junto con algunos negociantes el núcleo inicial de la colonia francesa de Lima. En ese entonces, esta se limitaba a algunas centenas de personas a las que se puede añadir algunos individuos dispersos en provincias. En su diario, Heinrich Witt menciona a dos negociantes franceses presentes en Arequipa en 1824 (Jacques Le Bris y M. Ponsignon), a M. de Romainville, a quien conoció cerca de Caracoto, a un tal Dupin que vivía en Cerro de Pasco en 1827 ; mientras que Lafond de Lurcy evocaba un viaje a Cajamarca realizado en 1827 en compañía de M. Condamin y del Dr. Martin, ambos asentados en Trujillo. Otros testimonios podrían completar seguramente este cuadro, el mismo que de todas maneras se refiere solo a algunas individualidades aún muy aisladas. Un informe del capitán de fragata Alphonse de Mogel (fechado el 1° de diciembre de 1825) nos da una idea de la escasez numérica pero también económica de esta comunidad francesa:
«Hay pocas localidades importantes en el Perú, como en otros lugares de la Tierra, en donde no se encuentren algunos franceses. Pero con frecuencia no es la elite de la nación la que se va a vivir a lo lejos de una vida oscura. Puede que haya unos 300 franceses, generalmente artesanos en una situación poco acomodada o muy secundaria. Se observa una casa comercial francesa pero apenas acaba de establecerse». (Pellegrin-Drillet et cie)
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