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Los ojos de Hipatia Jul 13th, 2016
Por Víctor J. Maicas. Periodista y Escritor


Como cualquier otro país, sobre todo de esa pequeña élite que a lo largo de los siglos han sido un referente en la historia de la humanidad, Francia también tiene y ha tenido sus virtudes y sus defectos, sus pasajes oscuros pero también sus momentos lúcidos y gloriosos.

Porque al igual que países como Inglaterra y España en siglos pasados, o EE.UU. en la actualidad, e incluso también los viejos imperios como la antigua Roma o Grecia, el país galo además de haber cometido tropelías a los pueblos conquistados (como por ejemplo en Indochina, Argelia y un largo etcétera), a lo largo de la historia nos ha demostrado igualmente que en cuestión de avances sociales han sido capaces de cambiar el mundo para bien y, probablemente, no ha habido ningún otro país que los haya superado en ese sentido.

Sí, la revolución francesa, por ejemplo, fue uno de esos acontecimientos capaces de cambiar el rumbo de la historia sobre todo en temas sociales y de igualdad, o dicho de otra forma, en cuestiones de bien común para la gran mayoría. Ellos fueron los primeros en conseguir instaurar en la “edad moderna” unos principios que a día de hoy todavía tenemos muy presentes todos aquellos que intentamos vivir en una sociedad mejor, como esa que propusieron ellos basada en sus tres grandes principios: igualdad, libertad y fraternidad.

Evidentemente, y como siempre suele suceder también en la historia de la humanidad, algunos se encargaron (los de siempre, claro está) en combatir esos derechos ganados con la sangre del pueblo para instaurar de nuevo los viejos regímenes totalitarios (la Restauración), pero por suerte, y como de nuevo nos cuenta la historia, aquellos principios siguen muy presentes hoy en día a pesar de la oposición de los más poderosos.

Voltaire, Montesquieu, Rousseau (este último de origen franco-helvético) y tantos otros difundieron un pensamiento cuyo fin era el bien común y no ese otro comportamiento del totalitarismo en el que unos pocos sometían a la gran mayoría. Sí, después de todos estos pensadores vinieron otros, y sin ir más lejos, todavía quedan muy cercanos personajes tan emblemáticos como por ejemplo Simone de Beauvoir o Jean Paul Sartre, cuyos pensamientos fueron decisivos para que de nuevo el pueblo francés, en otra de esas revoluciones que son capaces de cambiar el mundo, saliera a las calles en el mayo del 68 para hacer frente a aquellas viejas tradiciones basadas, en muchas ocasiones, en el conservadurismo más rancio y reaccionario.

Cierto es, no obstante, que en esta ocasión también se produjo una reacción de los tradicionalistas, de esa Francia profunda que por cierto existe también en todos los países, pero no es menos cierto que muchos de los principios por los que se lucharon durante aquel mayo del 68 siguen presentes y, por lo tanto, han llegado también a cambiar el mundo y la sociedad.

En efecto, Francia, como cualquier otro país, ha tenido y tiene muchos defectos, pero en cuestión de materia social, sobre todo en lo que concierne a sus propios ciudadanos, siempre ha sido un referente frente a esos otros países que, incomprensiblemente, han aceptado con mucha más resignación todo aquello que las élites de poder les han tratado de imponer. Y otro significativo ejemplo de lo que estoy diciendo son esas nuevas revueltas y huelgas generales que se han producido recientemente en suelo francés, pues tanto su población como los propios sindicatos no se han dejado amilanar ante la pretensión del gobierno galo de instaurar una reforma laboral que recorta un sinfín de derechos sociales y eleva, aún más, a las élites dominantes a consumar su poder con esa injusta política de austeridad que sigue haciendo más opulentos a los ricos y por consiguiente mucho más vulnerables a los pobres y, también, a lo que todavía queda de esa llamada clase media.

Sí, ya dije hace varios años que será muy difícil hacer frente a este brutal neoliberalismo que empezó hace unas décadas con las políticas ultraconservadoras de Margaret Thatcher y Ronald Reagan allá por la década de los 80, pero si alguien puede empezar a cambiar el rumbo de los acontecimientos ese alguien será, muy probablemente, el pueblo francés, pues a pesar de su chovinismo y de sus otros defectos, en cuestiones sociales muy pocas veces se han dejado amilanar y tampoco manipular por esos políticos, sean del signo que sean, que finalmente les han demostrado que sus intereses nada tienen que ver con los del pueblo.

Así pues, lo más probable, es que el resto de los pueblos de Europa, y también del mundo, deberemos estar muy pendientes de Francia por si, finalmente, se produce una nueva y metafórica “toma de la Bastilla”. Una toma que quizá signifique, por fin y de una vez por todas, el principio del fin de ese brutal neoliberalismo que desde hace demasiado tiempo nos están imponiendo con el consentimiento de los grandes partidos políticos que nos han gobernado durante las últimas décadas.

En efecto, muchos queremos oír de nuevo, y sin hipocresías, aquello de: ¡libertad, igualdad y fraternidad!


Víctor J. Maicas es autor de “Mario y el reflejo de la luz sobre la oscuridad“, “La playa de Rebeca”, “La República dependiente de Mavisaj” y “Año 2112. El mundo de Godal” (Éride Ediciones y VdB).


 

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