EXTRAIT
page 250 et suiv.
BASÍLICA: ENTRE EL GÓTICO Y LA FE
Edy Medina Aráuz.
Fulcanelli, el alquimista, fundió la monumental arquitectura gótica de la catedral de Notre-Dame con el sueño conjetural de los iniciados y el secreto de la piedra filosofal.
La Basílica de los ecuatorianos nunca llegó a esa altura simbólica, porque llegó atrasada siete siglos al fuego creador de los góticos, pero en sus muros inscribió la historia de toda una época de quiteñidad, pletórica de sucesos políticos, económicos y sociales.
El estilo gótico, con que fue concebida La Basílica, llegó a América tan solo como un rudimentario recuerdo de la época dorada. Sin embargo, ello no desmerece la sobriedad única de esta iglesia, considerada uno de los mejores templos góticos del continente.
El estilo arquitectónico de los templos europeos, concebidos bajo el caudal creador de los góticos, es en estos días el legado más admirable del arte humano clásico, junto a las huellas del arte románico.
La Edad Media, la era luminosa del gótico, se nutrió de la perspicacia alegórica de tres siglos (XII al XIV) de ciencia y religión. Fue la fuente “mágica” donde se vertió, simbólicamente, gran parte de la sabiduría de los siglos pasados, frente al oscurantismo de la inquisición.
Los muros de piedra se convirtieron en el soporte de la máxima expresión intelectual y espiritual de la humanidad: elevadas torres, con sus agujas intentando tocar al cielo; la piedra esculpida y rematada en múltiples arcos y bóvedas; las míticas gárgolas y animales fabulosos, dominando el rico decorado exterior y, n todo el conjunto, una sobriedad indescriptible y misteriosa.
Al filo de ese legajo de humana trascendencia, en el siglo XIX, el gótico habla sido reducido a la austeridad convencional de la República y encerrado en el enciclopedismo de los franceses.
En esta época, precisamente, se concibió la construcción de La Basílica del Voto Nacional en Quito, a manera de símbolo unitario entre los poderes civil y eclesiástico.
La iniciativa de erigir una «iglesia magnifica» -una basílica que deslinde los límites de la fe hacia la sublimidad, nació del padre José Maria Matovelle, quien finalmente logró, en 1883, que el pentavirato gobernante dicte un decreto-ley ordenando su construcción.
El sueño comenzó hace ciento diez años.
El estilo arquitectónico de La Basilica se definió en Francia, porque la Orden de los Sagrados Corazones, recién fundada en ese país, auspició el proyecto.
Los franceses, siempre muy nacionalistas, eligieron la magnificencia del gótico para construir esta iglesia en el Ecuador, contrariando el estilo barroco de los templos coloniales de América.
Desde el 10 de julio de 1892, cuando se puso la primera piedra de La Basilica, han pasado ciento un años sobre la ciudad de Quito. En ese tiempo la aldeana faz se transformó al ruido de la época contemporánea , de la misma manera que cambió la conventual paz de sus habitantes, cada vez menos interiores y más superfluos.
Los planos de La Basílica fueron obra del notable arquitecto francés Emilio Tarlier.
El alemán Francisco Schmidt dirigió los primeros trabajos hasta 1902, cuando los oblatos tomaron bajo su responsabilidad la obra, bajo la dirección de otro alemán, Pedro Bruning.
La primera fase de La Basilica terminó con la erección de la capilla del Corazón de María, que fue inaugurada por González Suárez en 1909. En esa instancia se paralizaron los trabajos, pues los caudales se hablan agotado y los contribuyentes (vecinos de la ciudad) estaban cansados.
La construcción se reinició en 1922. En los años siguientes se erigió el templo mayor, aunque la falta de medios económicos impidió, una y otra vez, avanzar con los trabajos.
El padre Rigoberto Correa, principal de los Oblatos, asumió la dirección de los trabajos en 1959 y desde entonces ha sido el artífice de lo que hoy es este magnífico templo, que domina con sus torres la ciudad de Quito.
En 1988 se realizó una inauguración convencional de La Basilica, para pagar el apoyo del presidente Febres Cordero a su construcción, pero la obra completa sigue esperando.
El padre Correa afirma que si los medios económicos lo permiten, el complejo de La Basllica será entregado a los ecuatorianos en un año más.
Faltan varios acabados interiores y exteriores y el tramo final de los atrios.
La entrada principal al complejo de La Basílica, orientada hacia el sur (calle Galápagos) presentará una sobria imagen para los visitantes nacionales y extranjeros, de acuerdo a las perspectivas que presentan los trabajos.
La concepción final de esta magnífica iglesia, más allá de la monumentalidad de su construcción y el tiempo que han esperado los ecuatorianos para verla terminada, se define en el carácter de «templo de la patria», donde mora el gobierno espiritual de la nación.
En realidad, más allá de la anacrónica erección de un templo gótico en estos días y el reflejo perdido del simbolismo metafísico, lo que sobresale es la impresionante fachada de La Basllica sobre el paisaje quiteño, cual símbolo perenne de un carácter que los quiteños nos negamos a borrar de la memoria individual y colectiva.
Detalles de la construcción
Los planos originales de Emilio Tarlier se han conservado en un 95 por ciento en la erección de La Basilica.
La principal innovación realizada es la disminución de la altura del conjunto arquitectónico. La nave central era 2.5 metros más alta (ahora tiene 26 metros hasta la clave de la bóveda) en el diseño de Tarlier.
Este cambio fue obligado por el suelo donde está construida la iglesia, pues existía el peligro de que se hundiera con un movimien o sismico.
Les pages 253 à 254 ne font pas partie de la section consultable
«Los ricos aportaban con cien sucres en ese tiempo y él hacia grabar sus nombres en la piedras del crucero. La piedra grabada costaba veintiséis sucres. ¡lmaginese, por setenta y cuatro sucres daba la inmortalidad !».
«la iglesia tiene que vivir con los hombres y tiene que salvar a los de hoy como a los del manana. Más allá de todos los detalles, lo que importa es que un día todos los ecuatorianos habrán visitado este templo», expresa a manera del hombre que entrega una obra, la mejor de su vida.
En El Comercio, Quito, 28 de junio, 1993.
.
.
.