PROCESOS. REVISTA ECUATORIANA DE HISTORIA- 24. II semestre 2006, Quito-ISSN: 1390—0099-CAMBIOS HISTÓRICOS EN EL PAISAJE DE CUENCA, SIGLOS XIX-XX, Ana Luz Borrero Vega, Universidad de Cuenca

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RESUMEN

Este artículo analiza la génesis del paisaje urbano de Cuenca. Se destacan los elementos patrimoniales, los procesos de crecimiento y de expansión, y los cambios en su paisaje urbano entre los siglos XIX y XX. Utiliza el enfoque de la geografía histórica y de la geografía del paisaje y sus metodologías. Estudia la percepción que la población tiene del territorio, el plano urbano, la arquitectura y los usos del suelo. La investigación incorpora, además, un registro fotográfico de las principales edificaciones que conforman el patrimonio arquitectónico cuencano.


TEXTE INTÉGRAL

Del mirador de Tuti que domina el sur de la ciudad, o de la colina de Cullca, al norte (…) se puede admirar Cuenca y leer su estructura urbana, el plano damero con la plaza cuadrada en el medio, donde aún se apiñan los edificios públicos, el predominio eclesiástico en el centro, escolar y universitario en los suburbios; los campanarios de los conventos que marcan las horas del dia y la noche; las plazas secundarias que constituyen otros tantos mercados especializados; el eje que une San Blas al este con San Sebastián al oeste; la urbanización en pabellones de la periferia En la ribera del río, con sus casas casi suspendidas como en Cuenca de Castilla encima del Huécar, la sombreada alameda sigue el curso de las tumultuosas aguas del Tomebamba, dominado por el perímetro arqueológico de la antigua ciudad epónima asentada sobre esa terraza por los Incas. En el centro, las viejas y encaladas casas de Todos Santos, cuyos pilares de madera sostienen un balcón, o las antiguas moradas patricias con sus salones y su patio interior, los muros de los conventos y las plazuelas, adornan el espacio urbano. Jacques Poloni-Simard, El mosaico indígena, Quito, Abya-Yala/IFEA, 2006, pp. 19, 20. 


INTRODUCCIÓN

El objetivo de este artículo es analizar la transformación del paisaje urbano de Cuenca. Este ensayo es el resultante de una síntesis parcial de una investigación de mayor alcance titulada “Geografía del Paisaje de Cuenca”.

La investigación está planteada bajo propuestas teóricas provenientes de la Geografía Histórica y del Paisaje y desde la perspectiva de la construcción de los paisajes como procesos histórico—culturales. Se apoya en fuentes primarias que incluyen importantes materiales de diferentes archivos de Cuenca, Archivo Nacional de Historia de la Casa de la Cultura, Núcleo del Azuay, Archivo del Banco Central en Cuenca y otros, además de otras fuentes primarias, encuestas y entrevistas. Otras fuentes válidas son, acuarelas, planos, mapas, fotografías aéreas y fotografías antiguas y contemporáneas.

La comparación entre fotografías de la ciudad de antaño y las de hoy permiten observar y analizar los cambios y modificaciones de los paisajes de Cuenca; las imágenes fotográficas del pasado nos muestran los barrios y edificaciones hoy demolidos, la alteración sufrida en las orillas de los ríos, la evolución de los límites de la ciudad. Existe un contraste sustancial entre las viviendas urbanas y rurales, producto de una cultura y de una arquitectura vernacular, que desaparece bajo la presión de la expansión urbana y la globalización.

Este ensayo parte de un breve análisis de la génesis de los paisajes urbanos de Cuenca, con énfasis en el tránsito del siglo XIX al XX, que surgen de las distintas visiones, “modelos” e “idea de ciudad », de cada período histórico, desde la Colonia hasta el presente. En cada período histórico, se producirán variaciones en el rol funcional y socioeconómico, y en las concepciones estéticas y simbólicas, por otro.

Conceptualmente se parte también de la definición de paisaje urbano como una puesta en escena, una escenografía, una visión a la vez concreta o abstracta, que se define en función del observador; este criterio nos permite vislumbrar la evolución y modificación del paisaje, de los signos sensibles del tejido urbano, las formas geométricas, sus patrones, los entramados y texturas, así como los signos de la luz, la sombra y el color, la sombra de los espacios cerrados y las calles y la luz que contrasta en los espacios abiertos de parques y plazas.

PAISAJE Y SOCIEDAD

Cada sociedad humana crea su “espacio », utiliza una porción de un territorio geográfico, lo habita, establece relaciones con otros espacios y crea sus propios atributos;¡ que resultan en un “paisaje determinado” con una estructura, con una cartografía, con una identidad que puede ser mirada esquemáticamente como un conjunto de lugares, redes, continuidades y discontinuidades, ciudad y entorno rural, ciudad-región, ciudad—pais, ciudad—mundo.

Cuenca, localizada en los Andes neotropicales del Ecuador, en el transcurso de su historia va modelándose con la participación de hábiles artesanos y albañiles, ingeniosos pobladores y vecinos, quienes plasmaron la morfología urbana a través de los tiempos, más allá de la intervención de agentes de los poderes establecidos, y determinaron un paisaje cultural con su propia biografía como en esta ciudad donde se puede identificar a los agentes modificadores, que configuraron en el tiempo su aspecto externo, su imagen visual, su paisaje.

El área de estudio, como otras regiones urbanas contemporáneas de los Andes, fue parte del proceso colonizador español de los siglos XVI y XVII, que estableció una estrategia de control territorial y administrativa de las poblaciones indígenas, mediante la fundación de ciudades coloniales corporativas, estamentales y jerárquicas, estructura que se conserva hasta fines del siglo XIX.

Los vecinos de la ciudad, españoles blancos, ciudadanos con derecho a participar en el Cabildo y por tanto en la toma de decisiones, convivieron con otros estamentos de la vida urbana constituida por mestizos, indígenas y esclavos, en un territorio conocido por el pueblo Cañan’, en tiempos prehispánicos, como Guapondélig y como Tomebamba en el valle de Paucar bamba por los Incas,5 donde hoy se levanta Santa Ana de los Ríos de Cuenca, con una historia colonial y republicana de 450 años.

El paisaje de Cuenca, valioso para sus habitantes y visitantes es un producto histórico concreto que proviene de la relación orgánica entre la historia y la geografía de esta comunidad, es decir, de las interconexiones de la cultura con el medio, de la relación dialéctica entre el ser humano y la naturaleza. Esta interrelación de variables geográficas físicas con las históricas, se las conoce en las ciencias sociales como “paisajes culturales”, el más representativo de éstos son las ciudades, donde las estructuras artificiales sobresalen en el campo visual y predominan sobre los elementos naturales.

Los diferentes lugares de Cuenca, desde las distintas subjetividades y procesos cognitivos y empírico-afectivos, van tomando coherencia e identidad porque de ellos, sus habitantes construyen mapas mentales, donde cada zona tiene una calidad paisajística diferente, el centro con la plaza y la catedral, los mercados, los parques, las plazas y los ríos, los barrios residenciales, los artesanales, los industriales y aquellos barrios “espontáneos” heterogéneos y muchas veces faltos de identidad.

BREVE HISTORIA DE LA CONFORMACIÓN DEL PAISAJE CULTURAL DE CUENCA

Entre los elementos del paisaje cultural de la ciudad se pueden destacar el plano de la ciudad, sus edificaciones y los usos del suelo, que reflejan las condiciones de la organización socioeconómica, los diferentes “modelos urbanos” que imprimieron su huella, la auto-representación del habitante de

Cuenca; así también, los simbolismos de la de ciudad a través de los tiempos, con sus diferentes estilos arquitectónicos, tecnologías, corrientes culturales y las distintas funciones que cumplían y que cumple hoy. Cuenca surge a partir de una idea urbanística matriz propia de ciudades coloniales “internas” con vocación agrícola, alejadas de la orilla del mar, sede de encomenderos y de comunidades indias.

En su paisaje podemos reconocer los motivos que determinaron la fundación de la ciudad en el periodo virreinal español, su emplazamiento en el fondo de un valle morfofluvial a una altura promedio de 2.500 msnm, con un clima templado, irrigado por cuatro ríos, valle de la cuenca media del sistema fluvial del Paute, este valle presenta tres terrazas fluviales, donde se produjo el establecimiento de la ciudad. La incipiente ciudad permitiría fijar a la población española flotante en la zona, además de controlar a los grupos indígenas de la región, y estabilizar el dominio territorial de la Audiencia, fue también un centro donde se organizaron expediciones en dirección del pedemonte amazónico y al país de los “jívaros”.

La orientación de la ciudad sigue el eje este—oeste que hasta hoy predomina. Por el norte, la ciudad se extiende al pie de la colina de Cullca y además encontramos el valle del río Machángara; al occidente se abre hacía los páramos del Cajas; hacia el oriente está la zona colinada del Guagulazhumi y el inicio del cañón del río Paute; hacia el sur se encuentra la confluencia de los ríos Tarqui y Yanuncay. Entre el Tomebamba y el Yanuncay están los ejidos de la ciudad, limitados por la colina de Turi, desde donde parte la vía al sur y hacia Loja.

La actual fisonomía de su paisaje patrimonial que le imprime identidad, en especial en el Centro Histórico, se dio como resultado del cumplimiento de las Leyes de Indias11 que normaban la fundación de ciudades, asentamientos y pueblos en América. Cuenca sigue las especificaciones del dame ro o tablero de ajedrez, el centro es la Plaza Mayor, punto de partida del trazado de la ciudad; desde allí se suceden las manzanas, las calles principales y las secundarias, para dar lugar a la aparición de un sistema de calles ortogonales en las cuales se trazan manzanas de cien varas por lado, que son determinantes del tejido urbano actual.

Paisajísticamente, el plano damero aseguraba que desde la Plaza Mayor las edificaciones públicas, las iglesias y las viviendas de la élite, puedan ser vistas en su total magnitud y belleza desde las cuatro direcciones, no así las casas fuera de la plaza que podían ser observadas tan solo desde un ángulo determinado sin lucir sus fachadas. La Ordenanza Real 154 de 1573 promovía que todas las casas fueran del mismo estilo para mantener la belleza de las ciudades; desde entonces, predomina el uso de la pintura blanca, las casas tejadas con aleros y arcos.

La sencillez del trazado geométrico de Cuenca, a regla y cordel, facilitó su posterior desarrollo y subdivisiones de solares y cuadras y la respectiva distribución a la población inicial. La orientación de la ciudad es de este a oeste, las calles principales siguen este eje, las secundarias el eje norte a sur.

EL PAISAJE URBANO DE CUENCA EN EL SIGLO XIX

A inicios del siglo XIX, Cuenca constituía un importante foco regional dentro del territorio de la Real Audiencia de Quito. Datos de población señalan una población de 25.000 habitantes. Según el censo del Gobernador Vallejo de 1778, el área urbana de la ciudad sumaba una población de 18.035 personas; para 1825 se había reducido por las guerras independentistas y cambios administrativos políticos a 10.981 ciudadanos.

Para 1864 la población ascendió a 17.080 habitantes; en el período entre 1830 y 1870 los demógrafos hablan de una recuperación de la población; en 1860 contaba con más de 20.000 habitantes, esta recuperación se produce también en otras ciudades de la Sierra, esto permite la constitución de una red de ciudades más grandes y con una mayor diversidad de funciones, entre éstas la de mercados urbanos, que estimulan el crecimiento del área rural bajo su influencia.

Cuenca y su región durante el diecinueve, se convirtieron en proveedoras de productos para Guayaquil, ciudad de rápido crecimiento económico y poblacional. Los bienes circulaban principalmente a través de la vía Cuenca Molleturo-Naranjal.

En torno a la Plaza se elevan las edificaciones que representan y simbolizan el poder eclesiástico, político, gubernamental y las viviendas de la elite socio—económica. Las iglesias dominan el paisaje, destacan la Iglesia Catedral, hoy Catedral Vieja, sede del obispado desde el 2 de abril de 1786; este lugar fue el escenario de los principales sucesos políticos, religiosos y culturales y constituye un referente jerárquico inconfundible.

Desde su fundación Cuenca contó con importantes iglesias y conventos, ya que las órdenes religiosas tomaron grandes espacios para sus claustros e iglesias, Hacia finales del siglo XVI, se habían establecido los monasterios de San Francisco, Santo Domingo, La Merced y San Agustín. Poco tiempo después llegaron las monjas de la Concepción y del Carmen. Las parroquias e iglesias de San Blas y de San Sebastián, situadas al este y oeste de la ciudad eran el contacto con el campo.

A finales del siglo XIX surge lentamente la Catedral Nueva “una gigantesca iglesia de ladrillo, de media manzana de superficie”, que se convierte en el siglo XX en el símbolo más importante de la ciudad moderna. La utopía y la idea de esta gran edificación religiosa nace del connotado obispo de Cuenca, Remigio Estévez de Toral, y continúa con empeño la obra el obispo Miguel León; su construcción se inició en 1885 y se dio por terminada en 1968.

El paisaje en torno a la Plaza Mayor, para mediados del XIX, evidencia un crecimiento vertical de las edificaciones, se transforma el sencillo paisaje de viviendas o casas blanqueadas, de una planta, de adobe y tejas, en construcciones cada vez más altas y complejas; se abandona la arquitectura colonial y se inicia la construcción con nuevos cánones arquitectónicos, imperantes en el período decimonónico en Europa y en Iberoamérica…

Hasta ese entonces las construcciones predominantes en altura como las torres de las iglesias eran la excepción; es por esta razón que se las utiliza como puntos de referencia o sitios para mediciones o diseño de “planos”. Tal es el caso de la torre de la Iglesia Catedral, utilizada por los geodésicos franceses para las mediciones del arco del Meridiano y la determinación del ecuador terrestre.

La evolución urbana de Cuenca en el siglo XIX se caracterizó por un crecimiento físico lento, sin embargo a mediados de ese siglo, la arquitectura civil y religiosa empieza a transformarse gracias a los cambios económicos, políticos y culturales que modificaron la función urbana, aunque la economia de la región siguió siendo agrícola y artesanal. Cuenca en el escenario nacional jugó un papel importante en la vida política del país, prestó un significativo aporte en la consolidación de los derechos civiles, constitucionales y dernocráticos, así como al desarrollo del pensamiento progresista y liberal.

En este período se amplían las relaciones de mercado. Son bien conocidos los vínculos económicos de Cuenca con la economía internacional a través de la explotación y exportación cascarillera y también la de sombreros de paja toquilla 0 Panamá Hat, producidos en la ciudad y su entorno.

Sin embargo, a partir de 1878 disminuye su influencia política, civil y eclesiástica porque perdió gran parte de su área administrativa eclesiástica y civil debido a las reformas territoriales del siglo XX; en particular, zonas que luego dieron paso a la formación de la nueva provincia del Cañar. Años más tarde otros cantones como Gualaquiza pasaron a formar parte de la provincia de Morona Santiago; áreas costeras también dejaron de pertenecer a Cuenca, hoy son parte de las provincias de El Oro y Guayas.

Un aspecto constante que moldea el paisaje y el imaginario de la ciudad—región de Cuenca, se debe al hecho de ser ciudad interiorana andina, aislada por su geografía debido a la presencia de los Andes como barrera física y a la falta de vías de comunicación, grave problema no resuelto sino muy tardíamente en el siglo XX; solamente caminos de herradura o trochas muchas veces intransitables en épocas invernales, unían a Cuenca con el resto del país y con el exterior.

El camino que permitía la comunicación hacia Guayaquil fue el Cuenca—Sayausí—Mollelturo—Naranjal; hacia Quito la vía Cañar—Alausí-Riobamba (a mitad de camino)—Quito. Hacia el suroriente, hacia el valle del Upano, los caminos fueron, Cuenca—jima—San Miguel de Cuyes—Gualaquiza o una variante por Sigsig—Chigúinda, Cuenca-Guarainac—Palmas-Chalcay-Méndez entradas al oriente, área de Jibaros, hoy denominados Shuar. El camino del sur del Ecuador y norte del Perú, Cuenca—Cumbe—Nabón—Oña—Saraguro—Loja y el camino Cuenca-Girón-Machala.

El aislamiento de Cuenca llevó a sus habitantes a luchar por la construcción del ferrocarril del Azuay, que unía a Cuenca con Sibambe, hasta que se inició su construcción en 1875 y concluyó en 1966. También se pensaba la construcción de una vía de ferrocarril de Yaguachi a Naranjal para favorecer la comunicación con esta ciudad; otras obras de comunicación como el telégrafo, inaugrrado el 10 de agosto de 1885,33 aliviaron este aislamiento con otras ciudades, los puertos y el mercado exterior.

Otro elemento destacable del paisaje del período es la evolución urbana y los cambios de estilos y modelos arquitectónicos; visitantes de fines del siglo XVIII, como Merisalde (1765)34 y luego Wolf en el siglo XIX35 hablan de una arquitectura modesta. “No posee la ciudad edificios públicos ni privados notables o de valor arquitectónico (. . .)”. La arquitectura colonial cuencana fue la adaptación local de la arquitectura popular española de los tiempos de la conquista con casas de tres patios para la gente más adinerada, pero en general se adaptaron bastante bien a las condiciones económicas, sociales y técnicas de entonces.

La renovación arquitectónica de Cuenca se inicia con la República; las construcciones más notables se desarrollaron en la segunda mitad del siglo XIX. Las nuevas condiciones económicas, técnicas y de comunicación con el exterior posibilitaron la renovación de la arquitectura civil de Cuenca”, se destaca la renovación de la arquitectura religiosa pues algunas de las iglesias más importantes se construyeron entonces.

Se produce el tránsito de la “ciudad tradicional o colonial, hacia la ciudad “moderna” 0 “ciudad de la primera modernidad », dentro de un marco político y económico ecuatoriano bastante bien definidos. Se amplían las relaciones de mercado, la vida en sociedad se seculariza, se produce el desarrollo de la urbanización y la ampliación de los medios de transporte, las comunicaciones y el sistema escolar.

En este período surge un nuevo modelo de gestión de la ciudad, de manejo urbano, de planificación; es entonces cuando surgen reformas al higienismo y a la presentación de la ciudad, así como un desarrollo de la educación; se construyen edificios para escuelas, colegios, hospitales, sanatorios, lazaretos, casas de beneficencia, sociedades de obreros, etc.

La infraestructura urbana de Cuenca, en el siglo XIX, es, prácticamente, la misma de la época colonial. El sitio ofrecía ciertas ventajas naturales para la edificación, la construcción de calles y vías y la conducción de aguas (…) para la época las calles de la ciudad eran anchas y adecuadas para la circulación peatonal (…), éstas carecían de aceras ( …) las obras que realizaba la administración municipal eran pequeñas. Se construía, de vez en cuando, un edificio público; se pavimentaba una calle; se realizaban tareas de mantenimiento (…)

Es en este momento cuando las élites exportadoras y terratenientes de Cuenca desarrollaron nuevas estrategias de representación, así como mecanismos prácticos de distinción y diferenciación social que se reflejan y plasman en la arquitectura urbana privada y en los espacios públicos de poder, plaza mayor, plazoletas, edificios gubernamentales, municipalidad, gobernación, hospitales, hospicios, colegios, escuelas, monumentos y también la emblemática Catedral Nueva.

En general, en este siglo, se apreciaba poco la arquitectura colonial y por ello se inició un proceso de cambio y renovación arquitectónica; muchas edificaciones antiguas fueron derruidas por falta de mantenimiento o por la salida de las órdenes religiosas que las regentaban como es el caso de la Iglesia de la Compañía de jesús.

Los gestores de esta renovación fueron el obispado y las órdenes religiosas asentadas en Cuenca como los redentoristas que se instalan en la ciudad en 1870. La congregación solicita a Europa una persona que tenga conocimientos en arquitectura para construir su iglesia, convento y otros edificios, a más de cultivar a los futuros novicios. Para ello llega a Cuenca el hermano Juan Bautista Stiehle en 1874; este “arquitecto” redentorista alemán desarrolló como su proyecto más importante, el plano de la Catedral Nueva.

Los urbanistas consideran que la europeización y afrancesamiento de la construcción se debe a la influencia del prolífico Juan Bautista Stiehle, su estilo impacta en los estilos arquitectónicos de Cuenca, y continuó a través de sus talleristas, quienes finalmente desarrollarán y construirán las obras planificadas por el redentorista.

Aparecen torres en forma de aguja en las iglesias, ventanas ojivales, arcos de medio punto, etc.; entre las obras realizadas por Stiehle están, la iglesia San Alfonso y convento antiguo de los redentoristas (desaparecido), antiguo monasterio de Carmelitas (demolido), templo del cenáculo, sector norte del antiguo Seminario Diocesano, capilla “gótica » del colegio de los Sagrados Corazones (demolida), la Casa Episcopal, la Escuela San jose de los Hermanos Cristianos, el colegio Francisco Febres Cordero, la Escuela Central de la Inmaculada, capilla del hospital San Vicente de Paúl, templo del Cenáculo, casa de la familia Ordóñez Mata (parque Calderón), la antigua Gobernación de la provincia del Azuay, convento del Buen Pastor junto al parque de San Blas, reparación de casas antiguas averiadas tras el terremoto de 1887; trazado de la alle Bolívar.

El tipo de construcciones, edificios y obras en Cuenca modifican la arquitectura colonial; “la arquitectura monumental se divorciará de las otras artes. Entrará dentro de una fuerte influencia clasicista, un neoclásico oficialista que amparará bajo su sobria ala a conservadores primero y a liberales más tarde; cambiará tan solo el origen de los modelos, francés y alemán en un primer momento, italiano en la última fase”.

En cuanto a las técnicas constructivas, éstas se mantuvieron inalteradas.

Hay un uso más extenso del hierro en rejas y balcones, pero no de una manera masiva—, los materiales son los mismos; piedra para los cimientos, adobe y barro para los muros, madera de monte, chaguarqueros y canizos para la cubierta y tejas de barro cocido para el techo. Los patios se pavimentan con cantos rodados, los corredores y habitaciones, tanto de la planta baja como de la alta, van cubiertos de ladrillo y los pies derechos que arman los corredores son de piedra en el piso bajo y de madera alto.

Las nuevas casas que se construyen en el siglo XIX, “no modifican de manera sustancial la planta tradicional de origen colonial, con patio central y corredores, en donde aparecerán alguna vez, en lugar del tradicional adintelado entre las columnas 0 pilares de la planta baja, arcos rebajados y, ocasionalmente, de tres centros”.

Las casas coloniales, con sus sencillas fachadas, “se visten de modernas, se incorporan molduras y adornos, se disponen simétricamente las aberturas, se sustituyen algunos aleros enlucidos por aleros con canecillos, etc. Esta manera de modificar las casas viejas, unas coloniales y otras más recientes, será la característica típica del siglo XIX”.

En Quito, en el año 1869, el gobierno garciano expidió un decreto, encargando a la municipalidad su ejecución, en el que se definen ciertas normas sobre “construcción, empedrado y enlozado de calles y veredas”, además paseos públicos y sobre las características de las edificaciones, que no podían superar los seis metros de altura, un metro máximo de zócalo y que todas tendrían cornisas.

Este era el primer intento de planificación urbana en el país, se definen el ancho de las vías, de las calles, sus características, la transformación de la Plaza Central en un jardín. A García Moreno también se debe la pavimentación con adoquines de las calles centrales de la ciudad de Quito.

La planificación urbana del cabildo cuencano expresa la obligatoriedad de que las casas que se construyeren junto a la plaza mayor, deben tener fachadas con cornisas y descansar sobre pilares de cal y ladrillo. Esta ordenanza se cumplió y hasta hoy se pueden observar estos elementos arquitectónicos en el paisaje del entorno de la Plaza Mayor, actual Parque Calderón, a pesar de que debido al centralismo del gobierno, García Moreno, envió un Decreto Presidencial condicionando esta ordenanza.

La construcción en esta época precisaba de gran cantidad de madera, material que escaseaba en la región, de allí que la introducción del eucalipto fue determinante en esos momentos. Este nuevo elemento, una nueva especie arbórea, marcará el paisaje urbano y rural de los Andes ecuatorianos y de otros países sudamericanos.

Otro aspecto importante que conviene destacar es la introducción del eucalipto, especie que se aclimató maravillosamente en Ecuador y que inmediata» mente proveyó de una serie de elementos constructivos tales como vigas para cubiertas y pisos, tablas, pingos y de leña para los hornos de ladrillos y tejas. Sobre este asunto tenemos que recordar que la región interandina se hallaba totalmente desprovista de maderas para la construcción especialmente en áreas cercanas a las zonas habitadas, producto de una acelerada deforestación que se había iniciado en la conquista.

De acuerdo con Crespo Toral, la ciudad creció hasta fines del siglo XIX “con una arquitectura sin arquitectos; pero, hacia las primeras décadas del siglo XX, aparece un aporte foráneo de influencia francesa. Los modelos europeos, especialmente inspirados en el Art Noveau francés van a poblar la ciudad”.

EL PAISAJE PATRIMONIAL QUE PERDURA EN EL SIGLO XX

El Expediente desarrollado por la Municipalidad en 1998, para su presentación a la UNESCO, con la finalidad de elevar a Cuenca al rango de ciudad Patrimonio Cultural de la Humanidad y lograr su inscripción en la lista del Patrimonio Mundial en diciembre de 1999, recoge criterios y méritos como los de su autenticidad y originalidad, destaca en importancia el paisaje urbano con homogeneidades cargados de historia, tradición e innovación.

Esta proposición delimitó las zonas que forman parte de los paisajes patrimoniales de conservación y de manejo especial, “El Área propuesta tiene una superficie total de 224,14 hectáreas, que se descomponen de la siguiente manera, Centro Histórico, 178,25 hectáreas, Áreas especiales, 30,12 hectáreas, Área arqueológica, 15,79 hectáreas”

El área de protección especial tiene una superficie de 1.836,94 hectáreas; su vinculación con el Centro Histórico se debe a consideraciones paisajísticas. Esta zona se controla por las políticas locales de planificación y su legislación.

Durante el siglo XX, dentro del proceso de modernización de Cuenca, muchos elementos tradicionales que hoy son valorados como patrimoniales fueron desechados como caducos; bajo ese criterio, muchas casas, plazas, monumentos y edificaciones fueron demolidos en pro del llamado “progreso” o modernidad, desde los años cuarenta en adelante. Pero, a partir de los años sesenta y con fuerza desde los ochenta, un movimiento cívico ciudadano constituído por profesionales, arquitectos, intelectuales y artistas trabajaron por la preservación del actual Centro Histórico de Cuenca.

El concepto de Centro Histórico y de ciudad tradicional se manejaba ya en la ciudad de Quito en los años cuarenta… La idea se “funda” desde una concepción de una modernidad tradicional en el período de la alcaldia de jacinto jijón y Caamaño quien se mostró sensible al proceso de modernización de la ciudad, así como a la necesidad de preservar los rasgos tradicionales hispánicos.

En esta época se emitió la primera Ordenanza Municipal en Quito para regular el manejo de un espacio de la ciudad bajo de denominación de “perímetro colonial”; en este ámbito espacial se identificaron componentes arquitectónicos coloniales, “Igualmente se estipuló que las nuevas construcciones que se edificasen dentro del perímetro deberían obligatoriamente atenerse al estilo hispano-ecuatoriano colonial”? Esta regulación perduró hasta 1966, momento en el cual el Municipio de Quito redefinió los límites del Centro Histórico; en Cuenca, la Ordenanza de Demarcación Urbana y del Centro Histórico se da en febrero y marzo de 1939.

Historiadores y urbanistas discuten sobre la influencia hispana y francesa en el paisaje urbano de la ciudad. De acuerdo a algunos de ellos entre los años de 1860 y 1940 se produce una fuerte influencia de la cultura, de la arquitectura y del diseño urbanístico francés en Cuenca; pero esto no es un fenómeno aislado, es un proceso que viven las distintas ciudades y regiones del país y de toda la América Hispana que se profundiza en la tercera década del XX.

Mientras en lo económico el Ecuador depende de Inglaterra, en lo cultural se subordina a Francia. Rotas las vinculaciones con España, las élites se identifican con la cultura francesa cuya influencia se mantiene hasta la tercera década de este siglo (…) Siendo el pais biológicamente indomestizo y definiéndose culturalmente como blanco, no pudo originar una cultura nacional que siempre exige un requisito, la existencia de una nación (…) Por esto el arte en general copió a destiempo motivos, estilos y actitudes europeos. Y esto hizo que una cultura desarraigada como la nuestra, sin un contenido propio que ofrecer (…)”,

Otro de los actores importantes en el desarrollo urbano y arquitectónico de Cuenca de principios del XX fue el arquitecto quiteño Luis Felipe Donoso Barba, quien planifica los ejemplos más importantes de arquitectura civil neoclásica como son, el Colegio Benigno Malo, el antiguo Banco del Azuay, la fachada de la Clínica Vega, entre otros. Luis Felipe Donoso había estudiado en Bélgica bajo la influencia de la “Ecóle” y bajo del neoclasicismo francés como se evidencia en sus diseños.

La arquitectura cuencana de esta época, si bien es cierto nace de la interpretación del neoclasicismo francés, es ejecutada por nuestros artesanos, que aportaron a sus composiciones diseños ornamentales propios y la tecnología constructiva de la zona, lo que ayudó posteriormente a que los edificios guarden entre si muchas relaciones y rasgos claramente identificables.

La habilidad de los artesanos, escultores y artistas del país y de Cuenca es recogida por el científico Teodoro Wolf “Los ecuatorianos son más adictos a las bellas artes que a los estudios serios (…) Por la misma razón, de trabajar más con la fantasía y el corazón que con el entendimiento y la cabeza; son muy aficionados a la música y a la pintura y escultura, y para estas artes manifiestan mucho talento (…)”.

En el siglo XIX, ya muchas ciudades del mundo y de América Latina, entraron en un planeamiento urbano que podría ser denominado moderno, que implica la planificación e intervención urbana, tanto racional como funcional. Esta racionalidad y funcionalidad se manifiesta tardíamente en Cuenca, pues se inician a fines de la primera mitad del siglo XX.

En 1915 se instala la primera planta hidroeléctrica privada y en 1917 la primera hidroeléctrica municipal. En 1939 se inició la provisión de agua entubada domiciliaria desde tanques localizados en la colina de Cullca; así también se comenzó a construir el sistema de alcantarillado de la ciudad. Entre los años treinta y los cuarenta del siglo pasado se observan cambios significativos en el crecimiento de Cuenca, pues el perímetro urbano consolidado llega a las 202 hectáreas,64 con cada vez mayor infraestructura y servicios. El censo de población de 1950 pone en manifiesto el crecimiento poblacional de la ciudad en la primera mitad del siglo XX, que cuenta ya con 40.000 habitantes

El transporte interprovincial e intercantonal en las primeras décadas del siglo XX se hacía a través de mulas, caballos, arrieros y guandos o cargadores. Mercaderías y pasajeros se transportaban a lomo de mula o a través de los “guandos » desde la estación del ferrocarril de Huigra a Cuenca; el primer avión llega el 7 de noviembre de 1920 y este mismo año se inicia la telefonía. En los años veinte comienza la pavimentación de la ciudad con adoquines tallados a mano en andesita gris y negra, elemento importante del paisaje patrimonial del Centro Histórico.

La gestión urbana moderna, implicó acciones políticas desde el Gobierno Municipal con cierto apoyo del Estado a través de la creación de proyectos de urbanización del Ministerio de Urbanismo y de Vivienda, Cooperativas de Vivienda y el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, IESS (a través de crédito hipotecario para vivienda); además, empezó a funcionar el mutualismo, se funda Mutualista Azuay, que ha tenido un impacto importante en la construcción de viviendas y urbanización; el paisaje de las urbanizaciones cambia, casas en serie, bam’os enteros con los mismos estilos, fachadas, materiales. Se produce entonces un nuevo paradigma de crecimiento y de construcción en la ciudad. También se delimita un área para el actual Parque Industrial, debido a que la industria toma mayor fuerza a partir de los años setenta. El crecimiento de la población y la expansión del área urbana entre los años de 1962 y 2001 no han tenido precedentes, las áreas rurales se modifican y sus paisajes se transforman e incorporan a la urbe.

EL PAISAJE ACTUAL

Una vista panorámica de Cuenca, desde el principal mirador de la ciudad hacia el sur, la colina de Turi, nos presenta un paisaje homogéneo que corresponde al Centro Histórico, domina sin duda la magnífica catedral y sus cúpulas, las torres y campanarios de los templos tan cercanos unos de otros. Al examinar desde la distancia los colores que resaltan y dominan son el terracota de los tejados, el blanco en diferentes tonalidades, el gris andesítico del adoquín. Al volver la mirada hacia fuera del centro, poco a poco toma fuerza el ladrillo visto —con colores de la tierra—, se demarca la ciudad nueva, de altos edificios y se divorcia, de cierta manera, de la ciudad tradicional.

Desde el mismo punto de observación, abraza la mirada una ciudad que se extiende de este a oeste, se alarga, sube y baja segnín la topografía del terreno, la presencia de los ríos y los parques de sus márgenes resaltan desde lejos, contrastan el terracota y el blanco, la teja y el ladrillo con los verdes, el verde azulado de los altos eucaliptos penachos que dominan la escena y el mosaico de verdes del sauce, el aliso y los céspedes de kikuyo, la vegetación define con sus colores y formas las áreas verdes y parques lineales de la ciudad.

Al pie de Turi, la avenida Solano es un punto central de la vista, esta avenida es un producto de la concepción modernista de fines de los años veinte, que trató de convertir a Cuenca en una ciudad a tono con la modernidad, anchas avenidas de influencia europea, con grandes parterres, enriquecida por verdes molles y convertida en el corredor de los personajes ilustres de la ciudad, cuyos monumentos van desde que nace la avenida junto al Tomebamba, hacia el final de la misma a orillas del Yanuncay.

Desde el mirador de la colina El Calvario, se obtiene una visión de áreas de crecimiento urbano hacia el sur; cada vez se densifica la construcción, se produce una variación en los estilos arquitectónicos, la malla urbana y una compleja red de caminos se evidencia, es la urbanización del campo. Estas vistas permiten, también, entender el papel predominante de las arterias viales en el crecimiento urbano como la de la Circunvalación, construida en los años setenta, convertida hoy en una calle más de la ciudad.

La expansión hacia el sur es notoria, ya que la ciudad se toma todos los espacios de las salidas o caminos en esta dirección hacia Loja, Yunguilla o Machala. La ciudad de hoy sigue los caminos del tiempo, hacia el occidente por el de Molleturo—Naranjal, que unía al mundo exterior a través el valle del Tomebamba con el mundo exterior, a través de la cordillera Occidental, en la zona de El Cajas, la vía Cuenca—Molletum—Naranjal.

Desde el campo visual de este mirador, se puede observar una larga arteria, que nace en el centro histórico, calle Gran Colombia, que confluye la Avenida Ordóñez Lazo, antiguo barrio residencial, con alamedas, que se convierte contemporáneamente en el corredor de los edificios de altura, una de las zonas más dinámicas y de gran crecimiento de toda la ciudad, que dominan por su tamaño y por la presencia del ladrillo como principal material de sus fachadas, lo que da lugar a cierto criterio de homogeneidad.

Una mirada de la ciudad hacia el nororiente, desde El Tablón-Pachacmama, nos muestra la mancha de la ciudad en constante crecimiento, a lo largo del valle del río Cuenca, en las otrora zonas agrícola, tierras de maíz y frutales; quintas con huertos, pastizales y las bellas orillas de los ríos bordeadas por sauces, alisos y eucaliptos, en las zonas de Challuabamba y Guangarcucho; más adelante la ciudad abre una puerta hacia el oriente a través del Paute, que conduce a los azuayos a Macas y el valle del Upano y hacia el norte sube a lo largo del callejón interandino camino a Azogues y el resto de la Sierra.

BREVES CONCLUSIONES

El paisaje de Cuenca en estos dos siglos sufrió transformaciones considerables debido a las corrientes arquitectónicas, los estilos y las influencias culturales y la evolución de la economía urbana. Entre los cambios evidentes están el abandono de la arquitectura tradicional por nuevas formas técnicas constructivas y estéticas; se produce una densificación y un crecimiento demográfico que produce una fuerte presión y cambios en el uso del suelo.

La ciudad contemporánea es la ciudad de “la migración” y del crecimiento urbano y demográfico bajo la presión privada y la del mercado inmobiliario que estimula la industria de la construcción y la aparición de empresarios urbanistas, arquitectos y promotores de urbanizaciones. Frente a esta situación, el Gobierno Municipal no logró establecer las ordenanzas a tiempo para evitar el caos y el posterior desorden urbano que se produjo desde los años ochenta en adelante.

Esto generó una dualidad en el paisaje urbano del siglo XX y de inicios del XXI, el desarrollo urbano “histórico tradicional” bastante homogéneo y con valor patrimonial como el Centro Histórico y un paisaje urbano “moderno reciente” con características altamente contrastadas, donde conviven la racionalidad planificadora con el apoyo municipal y estatal, con dotación de infraestructura y mobiliario urbano, con los paisajes resultantes de las urbanizaciones espontáneas extendidas como cordones de crecimiento hacia las zonas suburbanas y rurales a través de las Vias interparroquiales siguiendo los valles de los ríos.

En estas zonas se produce un crecimiento explosivo de la construcción para sectores medios y medio—altos que buscan ciudadelas privadas o urbanizaciones cerradas, espacios residenciales con amplias áreas verdes; y por otro lado, la construcción de viviendas y edificios multifamiliares cada vez más numerosos, más altos y más lujosos.

Como una antípoda a este proceso surgen también urbanizaciones y construcciones nuevas gracias a las remesas de la población emigrante. Los paisajes relativamente homogéneos de la Cuenca residencial nueva se ven rotos por la construcción de altura y por los mosaicos de casas de residentes—migrantes y paisajes de lotizaciones para poblaciones asalariadas de bajos recursos que contrastan con los tejidos urbanos medios y altos con cierta simetría, armonía y homogeneidad en su estilo como producto de la llamada “arquitectura cuencana” que mantiene parcialmente la tradición hispánica sobre todo en los materiales, teja, madera, ladrillo, etc.

La trama urbana de cuadrícula, que conforma la ciudad histórica tradicional y que le da la particularidad de ciudad patrimonial, así como otros elementos urbanos de alto valor cultural, se rompen bruscamente tanto en las urbanizaciones cerradas o de planificación empresarial, como en las construcciones que nacen de las nuevas necesidades de una sociedad en crecimiento, que hoy accede a los recursos, que planifica su casa desde el extranjero y cuyo modelo es una revista de diseño y arquitectura del país donde residen, que está muy lejos de la realidad cultura], urbana y paisajística de Cuenca del siglo XX. El impacto en la morfología urbana de Cuenca de este fenómeno significa un drástico cambio de rostro y de usos del suelo. La visión del paisaje actual de Cuenca, nos permite buscar estrategias para mantener los elementos que forman parte de su patrimonio y de su memoria, así como reflexionar sobre las transformaciones socioculturales y sus impactos en la ciudad que, esperamos, no pierda su identidad y sus particularidades de ciudad andina con alma.

Fin

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