source : http://losojosdehipatia.com.es/
Por Isabel Genovés Estrada. Historiadora del Arte
Los ojos de Hipatia Ago 31st, 2013
Haremos una catedral tan grande que aquellos que
la vean acabada creerán que estábamos locos.
Canónigo de la catedral de Sevilla, 1402,
(Erlande-Brandenburg, 1993: cita)
Hoy con esos curiosos ojos que son los de nuestra Hipatia nos adentramos en unas construcciones sobrecogedoras por sus dimensiones, sus detalles… pero sobre todo por cómo y por quienes fueron construidas. Los artífices de estas obras no fueron otros que los maestros de obra, los albañiles y los canteros, que nunca mejor dicho con sus manos fueron capaces de levantar unas arquitecturas que siguen desafiando al tiempo.
Pero antes de esto hubo un tiempo en el cual se olvidaron unos conocimientos arquitectónicos que se habían puesto en práctica en casi toda la órbita del todo poderoso Imperio romano. Todavía podemos admirar las construcciones de este tiempo como son, las calzadas, las murallas, los acueductos, los puentes, los templos, los circos, las termas…arquitecturas realizadas en piedra y que utilizaron diversas soluciones arquitectónicas desde el arco a la bóveda, sin olvidar las diversas fábricas que utilizaron en ellos. Hacia el siglo X los constructores volvieron a mirar los edificios de la antigua Roma, desentrañando las formas en que habían sido construidos, para volver a utilizarlas.
La palabra románico aparece en la historiografía en el siglo XVIII. Servía para designar a toda la arquitectura construida entre la caída del Imperio romano y el comienzo del gótico. En Historia del Arte el románico va desde finales del siglo X hasta el primer cuarto del siglo XIII aproximadamente. Este es el momento en el que se dan los pasos para definir el prototipo de templo medieval, además de diversas líneas de experimentación arquitectónica. Todo se hace posible gracias a la aparición de ciudades con infraestructuras primarias. Al restablecimiento de unidades geográficas que tenían estructuras feudales bien definidas, y algunos reinos se volvían más estables. Pero sobre todo a que algunas órdenes monásticas reformadoras como eran Cluny, Gorze o Brogne, se expandieron con ello generalizaron las formas artísticas que se producían en su entorno, además de la reforma gregoriana. Con todo lo acontecido el mundo antiguo queda definitivamente atrás, surge el arte románico en respuesta a una nueva realidad.
Los nuevos constructores tuvieron que volver a aprender a construir, para poder satisfacer las demandas de los comitentes. Ya no era suficiente romper piedras con el martillo, sino tallarlas de forma que unas pudieran coincidir con las otras. Al mismo tiempo tuvieron que revisar y renovar todas las herramientas que necesitaban utilizar. También se aseguraron de tratar la cal de nuevo y excavar los cimientos en los edificios a construir. Esta maestría técnica se desarrolló en una generación, y no como muy a menudo se afirmaba en el siglo XIX, siguiendo una evolución lenta y titubeante: el genio no vacila. Se implanta rompiendo con pasadas experiencias (…)
Pero como ya saben fueron las catedrales góticas las que alcanzaron mayor tamaño y más experimentaciones arquitectónicas realizaron, sin dejar de tener en cuenta la arquitectura civil, pero que estará fuera de este artículo. Fue Vasari el primero que utilizó el término gótico, lo hizo de forma peyorativa, ya que designaba con él la arquitectura de los bárbaros o godos anterior al Renacimiento. Establecer una cronología exacta es siempre algo difícil y no iba ser menos para este periodo. Se puede hablar de su comienzo en la Isla de Francia hacia 1140, pero que no se dio en otros lugares de Francia ni del resto de Europa. En España por ejemplo llegó hacia el siglo XIII, pero fue durante este siglo cuando se generalizo por el resto de Europa occidental. Perduró hasta el siglo XIV a pesar de que ya se veían nuevas formas de entender el arte. No hay una línea recta entre un periodo y otro, suelen convivir un tiempo, este tiempo depende de muchas circunstancias en las que no vamos a entrar.

Estas inmensas construcciones necesitaban de una figura que era la que emprendía el proyecto, una vez concebido, lo que se necesitaba era una gran imaginación para conseguir financiarlas. Los reyes y los grandes señores por regla general aportaban dinero, pero no se encargaban de la ejecución de la obra, de ella se encargaban los prelados. Necesitaban de todos del papa, la ciudad, el clero, los fieles…para poder alimentar la caja de la obra. Una de las preocupaciones mayores era la materia prima, piedra y madera, entre otros, intentaban buscar la forma de abaratar costes. Para poder resolver los problemas que iban surgiendo crearon un organismo centralizador que se llamó fábrica, que tenía dos funciones recibir los ingresos y financiar la obra. Las cuentas las tenían que exponer periódicamente al capítulo.
Una vez tenían claro lo que querían tenían que buscar un arquitecto que diera forma a sus ideas, y contratar un taller que las ejecutara. La figura del maestro de la obra, era laica, por regla general el oficio era hereditario y estaba dotado de una prebenda, además estaban el resto de obreros. Importantes fueron los gremios que fueron capacitando a sus miembros, con exámenes, dependiendo del puesto al que fueran optando.
En este artículo solo se ha dado una idea general, sin entrar a detallar los formalismos estilísticos de cada periodo. Ni se ha acotado cada parcela de trabajo.
La historia de las catedrales nos hace caminar de la mano alrededor de las vicisitudes espirituales, pero también de cómo se iba desarrollando la vida de las ciudades que las acogían, cómo crecían. Sin olvidar a los artífices de estos edificios tanto los intelectuales, como los manuales, ambos eran precisos para que el proyecto se desarrollara y se finalizara.
Bibliografía utilizada:
BANGO, Isidro G.; ABAD, Concepción (1996), Arte medieval I, Madrid, Historia 16.
YARZA, Joaquín; MELERO, Marisa (1996), Arte medieval II, Madrid, Historia 16.
ERLANDE-BRANDENBURG, Alain (1993), La Catedral, Madrid, Akal.
Para los que quieran saber más pero a través de las novelas:
La catedral del mar de Ildefonso Falcones.
Los pilares de la tierra de Ken Follet.
El enigma de las catedrales de José Luis Corral.